Saturday, July 21, 2007

:: Recuerdo ::


Exhausta ya de caminar por tantos senderos asfixiantes,
Fui a dar al mar.
Cansada ya de contemplar tantos rostros de piedra,
Caí tumbada en la arena de la playa.
Por mis costados caían, uno a uno, tus recuerdos.
Fui quedando vacía poco a poco.
Por mis ojos dejaron de caer las lágrimas de mi irreparable tristeza.
Por mi venas fluía ahora sangre tranquila.
Por mi cuerpo paseaba liviano el aire marino.
Sentía gritos a lo lejos y la canción hipnótica del mar.
La vida seguía dando vueltas, pero parecía que el tiempo
Se había detenido en las olas del océano.
Me envolvía la noche y las estrellas
Le regalaban al mundo su luminosidad de luciérnagas galácticas.
Tú te deshacías conmigo.
Me parecía que llevaba demasiado tiempo anclada a tu recuerdo.
Llevaba tantas noches sin dormir, pensando que te irías.
Decidí luchar de nuevo, hasta el final.
Creía que no existía vida sin ti.
Y ahora ha pasado tanto tiempo,
Se han perdido tantos siglos detrás mío.
Y tú sigues estático.
No tienes el valor de aceptar este amor.
Me dices que tal vez algún día....y nada cambia.
He esperado tantas lunas.
He llegado a la conclusión de que el mundo ya no explotará.
Ya no puedo cargar con esta historia inconclusa.
Tu recuerdo empezó a salir de mi cuerpo,
A hundirse en la arena y sepultarse en el mar para siempre....
El recuerdo más doloroso de todos los tiempos,
Yace hoy con las caracolas marinas
Y los caballos de mar,
Hundido en el corazón del océano.

(1997)

:: Sobre la leche derramada ::


Sientes el aviso.
Sabes que se instalará el vértigo en tus tripas, justo cuando creías que no te volvería a pasar y después de haberte prometido a ti misma desterrar todas aquellas angustias de tu mapa vital.
No existe escapatoria posible. Y no me faltan las agallas ni el deseo ni la voluntad. Quizás es justamente por eso que vuelvo a tropezar, porque siguen existiendo en mí sentimientos de fuego.
No se le puede torcer la mano al destino, no podemos combatir contra nuestra naturaleza. Y ese maldito vacío nada tiene que ver con la insensibilidad, es incluso más fulminante que cualquier plenitud. La desesperación es el sentimiento que se reproduce con mayor rapidez. En la fantasía y el horror de perder la razón, no existe nada peor que estar consciente de la propia locura.
Tengo la esperanza de que ya nunca más voy a tener miedo de nada. Me gustaría ser inalterable. Que nada me duela, que nada me haga soñar con un futuro mejor, que es de plástico, que no existe. Y de una u otra forma logro estancarme, desdoblarme y separarme de mí. La angustia se instala y me duermo, me aniquilo, me inmovilizo. Y empiezo a odiarme. El enemigo ya no está afuera. Y me doy cuenta que esa sensación es incluso más dolorosa que cualquier pérdida, que hiere más que lo que hiere cualquier mentira, que ese puñal deja heridas más profundas que cualquier traición. Cuando crees que el aislamiento y la soledad son la solución para no seguir sufriendo, sobreviene otro tipo de dolor, que no tiene dimensiones, que no es digerible.

Entonces resuelvo que prefiero vivir, a pesar de los riesgos. Decido que sí quiero despertar. Y trato de vivir la vida que yo deseo vivir, en vez de aceptar la que me depara el destino. Quizás tenga nuevamente la esperanza de que no va a volver a pasar.
Y pensar que yo era una niña ingenua. La carnada perfecta. Ahora el miedo me petrifica. Trato de ignorarlo y se cuela en mis raíces, navega en mi sangre, se vuelve silencioso. No quiero que tu mirada atraviese mi mundo. Me basta con no poder mirarte sin temblar. Me basta con sentir que te quiero y que no te quiero ni te puedo querer. Me basta por hoy y por mañana. Me basta con que existas. Ese es mi primer problema y también el último. Luchar contra ti sería más fácil que luchar contra este sentimiento. Y no hay peor lucha que la que no existe.

(Noviembre 2003)